Personas de todos los días.

Foto: Cruz del Sur

Hombre de campo

Muchas veces necesito retroceder en mis tiempos.

Últimamente  aprecié  que las cosas sencillas de la vida se borran de mi pensamiento, quizás nunca queremos que eso suceda, pero sucede. La ciudad, la sociedad, las obligaciones son causantes de esta acción. Es…, como un metal que diariamente se oxida, no se percibe, pero al cabo de los años ya parte de su estructura está dañada.

 No quiero que el tiempo me borre las cosas sencillas que todavía recuerdo…

Uds. Se preguntan… ¿Por qué esta historia?

Un hombre. ¿Qué secreto guarda?  

Hermenegildo  Fernández:  50 años, ocupación:  Gaucho, herrero y domador. (Herrador de caballos)

Como dicen en algunos pagos, quizás una profesión extinguida, una casta de hombres que se atreven a domar un caballo potro, quizás a lo gaucho, a puro rebenque y espuelas.

 En estos tiempos que vivimos, en esta época donde nos preocupamos cuando se cayó el servidor de internet o no tenemos señal en nuestros celulares, situaciones que pasan a menudo en lo cotidiano, pero todo…, puede esperar. ¡Nada cambia! Si nuestra tecnología de todos los días se detiene o falla por unos minutos.

 ¡La realidad es otra! Cuando  poco a poco se extirpan o mueren estos oficios que fueron pasando de padre a hijo y así sucesivamente hasta el presente.

Hoy aún en nuestros campos muchos paisanos en las madrugadas de invierno salen al campo para su tarea diaria,  dejando una cama caliente, quizás a su paisana preñada o aquellos que por el destino, solo recuerdos guardan de un amor ya caído por una profesión ingrata.

Valía la pena a mí entender presentar a este hombre……Por eso fui a su encuentro.

Cuando llegue a su campo él estaba en esos  momentos arreglando una tranquera, me reconoció y me dice; ¿Cómo anda mi amigo? ¿Qué te trae por estos pagos?-Yo le respondí…,- vine a visitarte, Hermenegildo Fernández, Gaucho  herrero y domador. Él con una sonrisa corta y sincera, me responde; – entra,  que tomamos unos verdes.

Abrió la tranquera y entré…, todo era olor a campo, allí a pocos metros estaba su galpón,  ese lugar era una exposición de lazos, cabezadas, rebenques, herraduras, monturas y su  caballo criollo atado al palenque, tordillo y siempre alerta. ¡Bien cuidado!

 Entre mate y mate me fue contado sus anécdotas y experiencias con las caballadas y tropillas, golpes y caídas…, ya sus huesos no soportan, pero como sarna con gusto no pica,  sigue con los potros del lugar.  

 Quizás sea el último Gaucho que queda en las cercanías de nuestro Gran Buenos Aires.

Cruz del Sur